Discurs de comiat com a regidor de José Martín Cid en el ple ordinari de juny Alcalde, regidores, regidors:
Antes de despedirme, permitirme que comparta con todos vosotros una reflexión en torno a la falta de implicación en la política de una gran mayoría de nuestros conciudadanos
Desde hace bastantes años asistimos a una época de creciente descrédito de la política. La política y los políticos no están de moda. Viven horas bajas. El descrédito es popular y está en expansión.
Su resultado es una deslegitimación de la política, una falta de confianza en los políticos. Una creciente y difusa desconfianza que conlleva una acentuada falta de credibilidad.
Diversas son las causas que se apuntan.
La primera y más generalizada es la doble acusación a los partidos políticos de anteponer los intereses partidarios al general del país y moverse con el único objetivo de mantenerse asidos al poder.
Otros explican como principal causa del descrédito la enorme repercusión que tienen conductas dudosamente éticas, cuando no delictivas, de políticos o de personas vinculadas directa o indirectamente a la actuación política. Expresiones como “tráfico de influencias”, “prevaricación”, “cohecho”, “soborno”, “información privilegiada”, “comisiones secretas” han pasado a ser de uso corriente.
También se atribuye la pérdida de credibilidad a los enfrentamientos entre políticos que, a menudo, producen la sensación de falta de autenticidad, de no veracidad del debate. Expresiones como “Dios los cría y ellos se juntan”, “todos son iguales”, o bien “sólo les interesa permanecer en el cargo” tienen origen en esta causa.
Tal vez una de las razones más profunda del descrédito de la política y la instalación de la cultura de desconfianza sea la genérica inadecuación entre expectativas y realidad. El desencanto y la desilusión son los primeros pasos hacia el descrédito. Entre nosotros, tiene su origen en las enormes expectativas que levantó la llegada de la democracia y lo que han sido las realidades subsiguientes.
Dicho lo anterior, quede claro que los políticos en democracia solucionan conflictos y hacen posible la convivencia y la gobernabilidad. Lo que muchos de ellos sienten hoy es la necesidad de impulsar una reacción moral y práctica que restituya a la política democrática su credibilidad y dignidad.
Para ello, hoy como ayer y siempre, política es pedagogía. La vieja formulación de Rafael Campalans no ha perdido ni un ápice de vigencia. Hay que volver a explicar tantas veces como haga falta que la política, que siempre ha sido difícil, no es sórdida, triste y lamentable tarea, sino una acción colectiva que es a la vez pasión, trabajo y juego.
Hay que insistir en los valores de la cultura política como forma de fortalecer la democracia y sus instituciones: el espíritu de tolerancia y diálogo; el debate como método para establecer objetivos racionales para la vida colectiva; el respeto a las minorías, facilitando su corresponsabilidad; el ejercicio de la oposición constructiva; el acuerdo, la concertación o el pacto como estilos generalizados de gobierno.
Restablecer la dignidad y el sentido de la política democrática es hoy tarea prioritaria: el apoliticismo es el gran adversario de la democracia.
Hasta aquí mi reflexión sincera sobre la política.
Permitirme, ahora, unas cuantas palabras más para despedirme de la Corporación Municipal de la ciudad que me acogió hace ya treinta años.
Entre en él con 34 años y los veinte que he tenido el honor de pertenecer a su pleno han sido toda una escuela de democracia, dedicación, trabajo, conocimiento de las distintas realidades ciudadanas, negociación, amistad, ilusión, etc….
Esta intensa dedicación en cuerpo y alma no habría sido posible sin la generosidad de Teresa, mi esposa, que pacientemente ha soportado mi auténtico vicio por la política, renunciando ella misma a sus inquietudes por la cosa pública; y de Claudia, mi hija, que a pesar de ser profesor de historia, pasó el bachillerato sin que su padre le explicara la republica y la guerra civil, como ella se merecía, porque siempre estaba reunido, cuando no en el ayuntamiento en el partido.
En fin, hoy digo adiós a esta institución pero nunca diré adiós a seguir trabajando por Tortosa, de la manera y forma que sea, allá donde quiera que esté.
He defendido mis convicciones con fuerza, con pasión, con vehemencia, a veces excesiva, desde aquí quisiera reconciliarme con todos aquellos que se sintieron heridos u ofendidos con mis palabras o acciones. A pesar de todas las batallas libradas, siempre me ha conducido, en las discusiones políticas, la voluntad de convencer más que de vencer, e intentando separar las personas de sus posicionamientos políticos.
Ahora sí, ya acabo, dando las gracias a todos los funcionarios y trabajadores de esta casa, con los que he compartido a lo largo de estos veinte años, tiempo y trabajo, ilusiones y decepciones, y sin ser exhaustivo quisiera personificarlos en Rosa Poy, Pilar Lanau, el Sr. Sancho, José Luis Linaje, Anna Ariño, Manolo García, Jaume Martinez, Francesc Peralta, Aitor ,Cristina y el resto del equipo del área de urbanismo.
Por supuesto quiero tener un recuerdo para todos los regidores con los que en estos cinco mandatos he tenido la oportunidad de trabajar, desde el acuerdo o la discrepancia por mejorar nuestra ciudad y la vida de sus ciudadanos.
También recuerdo con especial afecto a Vicent Beguer, mi primer alcalde; a Mariano Curto, en una etapa de dura oposición; a Joan Sabaté que confió en mí para dirigir el POUM y con el que he compartido estos veinte años de dedicación política de forma obsesiva, con muchas más luces que sombras, tanto en la oposición como en el gobierno; y al actual alcalde Ferran Bel, con el que, a pesar de los tiempos difíciles que corren, siempre ha mantenido una puerta abierta al diálogo personal.
ADIOS Y HASTA SIEMPRE.
Pleno Ajuntament
TORTOSA 6 JUNY 2011